Por fin

Ya estoy aquí después de la larga espera a que los técnicos arreglaran mi problema.


Estos días han sido especialmente ricos para mí. Hemos roto, entre todos, la eterna rutina que nos envolvía.
Mucha gente. Amigos y amigas nos hemos reunido para ver los conciertos del FRINGE (la alternativa al Festival de Música Antigua de Barcelona) en plazas y espacios emblemáticos de Barcelona. Incluso he visto a excompañeros del conservatorio y a mi maestro de clavecín. Me ha vuelto a animar a volver. No es que me falten ánimos, es cuestión de posicionarse en la vida y volver. Todo a su tiempo. Aún así, ha sido genial, enternecedor.

He sentido amor. Mucho amor. Amor por compartir con amigos una desinteresada y maravillosa velada en perfecta compañía.

Me he dado cuenta de una cosa, respecto a mi amada (digo mi amada porque siempre la amaré, sea en la circunstancia que sea): Salir de la rutina es bueno.

Es algo que necesito, pero, durante todo este tiempo me ha ocurrido que, sin darme cuenta, creo que estoy en lo mejor y, aunque me coja por sorpresa, asimilarlo me ofrece la oportunidad de que a posteriori reflexione sobre ello y piense que ha sido bueno. Mejor.

Ya sabía yo que llegaría más y mejor.


Los grupos del FRINGE me han encantado este año. De hecho, nunca he podido decir que no me hayan gustado. Aunque he podido discernir mejor la calidad de cada uno de ellos en más sentidos de los que imaginé. Más allá de lo meramente técnico. He madurado.
La comunicación musical con mi amigo laudista/vihuelista, también ha madurado muchísimo. Me avisó sobre un grupo que ia yo a ver a la tarde, ya que el ya lo vió por la mañana y su crítica la escuché. Oh! cuanta verdad transmitió. Lo entendí perfectamente. Con sólo dos palabras, supe lo que me dijo. Ora decir que era una completa verdad. Al verlos juntos, una mirada bastaba para saber a qué matiz, detalle, curiosidad, habíamos destacado, conscientes de la intención que propios intérpretes querían transmitir en ese momento. Pura comunicación.

Pero así fue con todas las personas. Una comunión.



Quiero, deseo, lucho... porque siempre sea así.


Naturalmente. Entendiéndose como algo natural, fluído, en el cual uno se inmiscuya sin prejuicios, experimentando, incluso con su artificio (es decir, con esa inventiva que nos hace sentir la belleza de lo nuevo porque no hay nada como reinventarse y porque así es más Barroco :-) )... pero nunca como algo forzado. Sin más. Gozando.

No es tan difícil.

Me acabo de dar cuenta de una cosa: Creo que en este blog que escribo aplico ese artificio, a saber, que cuento con cientos de miles de palabras que quedan resumidas en las dos que lo titulan. No es esta expansión de casi tres años escribiendo miles de palabras una recreación, un reinventarse día a día?

Es decir...tanto rollo para...nada?

(sonrisa)

(sonrisas, entre nosotros)


Sí.




Saludos.


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