Música

Estoy musical.

Estoy escarvando en al baúl de los miles de archivos musicales que poseo y, verdaderamente, me sorprendo al escuchar cosas que ni sabía de ellas. Esto ocurre en las épocas, que alguna vez todos hemos pasado, de recolección compulsiva de material destinado al sumo deleite personal.

Y, como es devenir natural el hartazgo por glotonería... la apreciación se dispersa en un todo confuso que arriba en angustioso tedio.

Han pasado años desde entonces. Aún me quedan archivos por escuchar. Pueden ustedes imaginar el calibre de mi más que copiosa abundancia.

Más, si miro el lado positivo, aquel tremendo esfuerzo aún me ofrece apetitosos, por desconocidos, frutos por degustar. Cual laboriosa vendimia tras años de vastos terrenos cultivados con la fuerza de la pasión.


Y análogamente, en referencia a cuando dije que, cuanto más escribo, menos digo, escuchando una sola de las miles de piezas que pacientemente esperan su momento, eterno (sí!), para sonar, ya habla por todas las demás.


Pero una es caprichosa y siente un regocijo sin igual al adentrarse en las entrañas de lo aparentemente igual para desenmascarar el sutil hecho diferencial en el que, paradójicamente, la reiteración cobra pleno sentido.





Este sábado cambian la hora. Me hace pensar en algún lugar donde este cambio no acontezca. Cambiar la hora dos veces al año es del todo sorprendente por la quasi esencial determinación temporal a la que tan bruscamente nos vemos inmiscuidos. Quiza sería mejor solución cambiar el horario laboral en favor de la luz natural, como cuando era barrendera , y no andar una o dos horas por delante, según la época del cambio, de la esencial medición horaria solar humana. La cual no esta exenta de inexatitudes, pero siendo conscientes de esa imposible cuadratura del círculo, no deja de corregirse cada cierto tiempo.


Equinoccio y Solsticio.



Mejor estar musical.

La Eternidad permite la cuadratura del círculo.





Pronto vamos a grabar una nueva maqueta.


Estoy musical.