Lo que faltaba para colmar el vaso

Al volver de firmar el dichoso contrato (por fin soy una persona normal) , pasaba yo por un lugar de mi ciudad en obras que es muy estrecho, lleno de andamios con lonas que hacían que aquello pareciera un túnel. Resulta que se me cruza un chico árabe joven ( rondaba los 16-17 años) y saca la mano y me toca una teta... y ha seguido andando por el túnel como si nada mientras yo le soltaba improperios que no vienen al caso pero que se merecía y mucho.Miro a suelo, muerta de rabia, y encuentro una piedra como un huevo de gorda...salgo corriendo tras de él, y como el camino hacía curva no me veía...cuando he salido del túnel lo he visto esperando en un paso de cebra y se ha dado la vuelta y me ha visto llegar corriendo. Ha tenido suerte de que en ese momento el semáforo estaba en rojo para los coches y ha podido cruzar la calle corriendo. En ese preciso instante me paro y lanzo la piedra con tal rabia y acierto (de algo me ha servido jugar años a los dardos) que topa con toda la fuerza imprimida de rabia en su cabeza. Entonces, los que estaban esperando en el semáforo han puesto cara de póker, pero no dijeron nada. El árabe siguió corriendo quejándose, y por el mismo lado de la calle donde yo me encontraba subía otro árabe y, con cara de repóker de ases, se ha cambiado de acera.
Me doy la vuelta y sigo mi camino, otra vez por le túnel, tranquilamente, pero con el cuerpo tembloroso de rabia y la risa del triunfo.
Ya no se le ocurrirá a este tocar más la teta de una mujer, y menos, en Catalunya.

Mi amada me ha hecho reír mucho hoy al contarme que en el aula de dibujo olía a gas butano. Y al entrar preguntó si había algún escape de gas en el centro. El profesor y jefe de departamento de dibujo, que estaba en el interior cuando ella entró, dijo que no había gas ni en el aula ni en el centro. En ese instante entra la profesora de dibujo/plástica en la misma aula del departamento de plástica y mi amada le pregunta si ella percibía un olor a gas .Ésta le contestó que sí y, sin pensarlo dos veces, procedió a abrir las ventanas. El profesor/jefe se quejaba de que allí no olía a gas, muy enfadado, y que no hacía falta abrir las ventanas. Al cabo de un rato y ver que el aula ya estaba suficientemente oreada la cosa fue mejor para poder trabajar en el aula sin temor a que hubiera una explosión de gas. A la hora de la siguiente clase, cuando ya todos partían hacia sus clases, mi amada se cruzó con el profesor de dibujo por el pasillo (ya que él se había ausentado del aula de dibujo donde mi amada se quedó trabajando) y volvió a percibir ese maldito olor a gas. Cuando hubo despedido al profesor y, dirigiéndose a su aula no sabía si morirse de asco, vomitar o morirse de risa al saber que su compañera también había percibido que el profesor podría ser un peligro público si se enciende cualquier llama cerca de su boca.
Así pues, con estas dos contrastadas historias, me despido pensando en que mañana tengo un duro día que afrontar. Aunque se ve que ya han encontrado a una profesora de danza y ya no tendre que hacer suplecias con los niños de P4 y P5, cosa que me reconforta al no tener que aguantar a esos demonios, aunque económicamente ya no vaya a ser lo mismo. Pero yo soy de música y no tengo por qué estar dando una materia de la que no tengo ni idea. Aunque esto es un problema que no sólo ocurre en talleres, también en la vida de cualquier interina o funcionaria docente. Hay que fastidiarse.
Mi amada, de música, dando religión...dónde se ha visto esto?
Si no me quejara por aquí, creo que hubiera explotado hace mucho tiempo... y no porque me huela la boca a gas, precisamente.
Ya queda menos para volver a vernos, amada mía. Ya mañana es jueves.
Cómo pasa el tiempo.