De Amor y Música

Mi vida contada desde al Amor y la Música, que son mi razón de existir

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Mayor, menor o mixto. Depende de vuestra elección. Todas mis publicaciones son fruto de la espontaneidad de mi pensamiento. No existen correcciones en ninguna de ellas. No busco justificar mis errores o aciertos, únicamente mostrarlos y compartirlos.

lunes, octubre 03, 2005

Los chicos del coro...de flautas.

Eso parecía yo, aquel profesor de música que se va a enseñar a un internado al ver el edificio de la escuela a la que he ido esta mañana en mi primer día de trabajo. Es una antigua mansión reconvertida en centro de enseñanza primaria (cualquiera se queda ahí de noche) y rodeada de mansiones abandonadas (para más inri) en medio de un bosque justo al acabarse las ubanizaciones del costado izquierdo de la estación de tren. Pensé que de ahí no saldría. Estaba muy cansada de haber dormido toda la noche mal por los nervios del primer día de clase. He soñado toda la noche que daba clases. Esto le pasa a mi amada: según dice ella, se pasa un mes soñando que da clases antes de que empiece la primera en septiembre. Menos mal que a mí sólo me ha dado por soñar una noche. Claro que tampoco sabía que acabaría dando clases de flauta en un colegio público de primaria hasta el viernes pasado. Quizas eso haya sido hasta bueno porque, si me dicen que de aquí a 3 meses empiezo a dar clases en tal centro, me pase yo también un mes soñando que doy clases.
La cuestión es que he llegado con una hora de antelación y, paseando, he rodeado el centro. El pavor ha ido en aumento al ver dos mansiones altísimas del Siglo XIX abandonadas justo al lado... llenas de malas hierbas y que sólo de imaginarlas por la noche se me han puesto los pelos de punta. He entrado en el centro a las 11.30 aproximádamente y el conserge me ha dicho que la coordinadora de las actividades extraescolares aún no había llegado. Me he ido a tomar un café y en ese momento he hecho el esquema de la clase que iba a dar. Ya empiezo a estar acostumbrada a improvisar en las clases porque hace dos años mis "compañeras" no me quisieron pasar la programación porque "has de hacerla tú" (cuando yo no sabía ni lo que era hacer una programación...cuanta solidaridad por dios!). Ahora ya sé lo que es hacer una programación y lo sabre mejor con la ayuda de mi amada, que me dejara ver algunas de las suyas para yo poder hacerme una idea más clara de cómo exponer una programación ante cualquiera. Lo único bueno que aprendí allí, hace dos años, es que la experiencia me dió una clara idea de los que se debía de hacer en un aula. La cuestión es que al final entro, sobre las 11.50 y aún no había llegado. Ya empezaba a estar de los nervios porque, al igual que mi amada, me gusta esperar a los alumnos dentro de clase y que ellos vayan entrando. Al final llegó a las 11.55 (qué puntualidad para antender a los profesores y sus dudas, por favor!) cuando las clases empiezan a las 12.00.
- Hola, soy la profesora de extraescolar de flauta. Que me podrías decir en qué aula he de dar la clase?
- Hola, míralo en el tablón que hay allí puesto, pues he de marchar a .... (no sé qué me dijo)...
- Gracias.
Mirando las listas sólo ponía que la clase de flauta se daba en el aula de 4º curso. -Bien, pensé, ahora sólo me hace falta saber, en dos minutos, dónde narices esta el aula de 4º curso.
Tuve suerte de que un profesor se acercó a ver la lista de sus alumnos y pude preguntarle dónde se encontraba el aula. - En el tercer piso-. -Bien...nos acercamos...- subo corriendo al tercer piso y veo que hay cuatro aulas. -Ahora sólo queda adivinar cual de estas es-. Me encuentro a una profesora con uan cara de mala leche sentada en una de la aulas y le pregunto cual es el aula de 4º curso y me dice que es esta misma. Por fin!...le digo si no hay radiocassette en las aulas o almenos en esta. Y con una voz seca me dice que no. No se hable más. dejo las cosas y bajo como un rayo a por el conserge y le pregunto si me podrían dejar una radio. Me dice que no, que las radios son de la escuela y no se les puede dejar a los de extraescolar y lo único que puedo hacer es hablar con la coordinadora (la cual ni se sabe donde está). Perfecto.
Vuelvo a subir al aula y por suerte aún no habían llegado los alumnos. Le pregunto a la profesora y me vuelve a responder con voz seca y a mala leche que aún tiene que sonar el timbre para que suban del patio. -Bueno, señora, pensé, no hace falta que me conteste así-. De repente, una jauría de niños irrumpe en la clase y empiezan a hablarme de que si estudian en la escuela de música, que si tiene una flauta de madera. Y ya empiezan los gritos. -Los que no sean de flauta, fuera del aula!-.
No podría imaginar que la clase pudiera salir tan agradecida. Los alumnos, ejemplares (aunque no se puede remediar que hablen y se dispersen un poco) ya que ponían todo de su parte para participar y aprender. Igualito que el centro de pijos en el que trabajé hace dos años, vamos.
Un placer absoluto. Cuando les mandé que se acercaran a mí para dar la clase " de manera más compactada" (así lo dije) no tardaron ni un segundo en ponerse como a mí me gusta, no sin pelearse por ponerse en primera fila muy cerca de mí. Adorables. Si siguen así, le cogeré gusto a esto de enseñar, la verdad (ya que lo pasé realmente mal hace dos años).
Les comenté la falta de pizarra pautada y me dijeron que en la única aula que había es en la de música. Como era de esperar.
Bueno... la clase fue sencillamente genial, pues sacaban comentarios enriquecedores de todo cuanto decía. Preguntaban cosas realmente interesantes. Aunque a veces se iban por las ramas hablando de sus familias (tengo una hermana que se llama Carolina, decía una). Me hablaron de familiares músicos. Nunca dijeron la palabra "profe" ni nada por el estilo, siempre me llamaban por mi nombre, cosa que agradezco sobremanera. Además son todos guapísimos...yo no sé qué padres sacan a estos hijos hoy en día. Una delicia.
Me hizo gracia el hecho de que todos quisieran deslumbrarme con sus habilidades musicales. Y todos querían tocar solos algo con la flauta. Los dejé hacer, y mientras los otros callaban, escuchaban a una niña o un niño interpretar la pieza que habían aprendido y me hizo mucha gracia cuando a una niña no le sonaba el do (es una de las notas má difíciles de hacer, todo sea dicho) y le salió un "joder, es que esta desafinada!"(con el joder incuído, a lo cual hice oídos sordos) y los otros diciendo "no, no es que esté desafinada, es que no pones los dedos bien en los agujeros". Y yo pensando lo bello que era ver ese cuadro de opininiones enriquecedoras a la hora de juzgarse el uno al otro, sin malicia, y con ganas de construir. Sentí que esos momentos son la esencia de la educación, por fin.
Después de tan provechosa hora de clase, en los que suscité gran revuelo al enseñar mis flautas (ya que cuento con una flauta baja que mide más de un metro de largo) y hacer surgir "ooooh's" de sus almas y sus infantiles voces (no hay nada como empezar causando sorpresa entre el personal), se me pasó todo enfado que yo pudiera tener sobre la supuesta faena de coordinación y ayuda al profesorado por parte de esa mujer, la supuesta coordinadora, que creo que, por su aspecto físico, me provocó más pavor que todas las mansiones y el centro juntos.
Al salir le insití sobre la necesidad de tener un radiocassette en mi aula y me dijo que lo intentaría solucionar dejándome durante 15 miserables minutos el aparato ya que lo necesitan en otras clases (como si la mía fuera menos importante que las otras, esto es lo que pasa muchas veces en este país, que a los músicos nos tratan como si fuéramos lo menos importante). Lo único bueno que saqué fue que al parecer puedo fotocopiar de manera gratuíta. Veremos en el futuro qué tal esta el control en la fotocopiadora (es lo que hay).
Un vez fuera del centro, este ya no se me apareció tan pavoroso, ni tan terrorífico como a primera vista. Y todo, porque sus alumnos, en este grupo almenos, me han demostrado que una enseñanza mejor es posible.
Desde aquí, también agradezco a mi amada su ayuda con ls programaciones y sus consejos a partir de su tan prolongada experiencia como docente en materia de música.
Te amo, bella mía.

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