De Amor y Música

Mi vida contada desde al Amor y la Música, que son mi razón de existir

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Mayor, menor o mixto. Depende de vuestra elección. Todas mis publicaciones son fruto de la espontaneidad de mi pensamiento. No existen correcciones en ninguna de ellas. No busco justificar mis errores o aciertos, únicamente mostrarlos y compartirlos.

miércoles, noviembre 18, 2009

Diserciones sobre mi experiencia como oyente en los conciertos

Me ha inspirado este tema leer los títulos de las arias del programa del concierto.




El contenido, indiscutiblemente, promete toda suerte de retos emocionales. Intuyo también esos contrastes bien diferenciados cracterísiticos del Barroco: Basta con atender a los títulos de dos arias consecutivas.

En este caso, a modo de ejemplo, me remito a la 3ª pieza del programa, de R. Broschi. El dolor define su título. Aún con henchido pecho, con desbordados ojos y... aún con muestras de infinta desazón la furia es definitiva en el título de la siguiente aria. Sin previo aviso y con la contundencia expresiva de un mensaje claro y directo me sitúa en paraje extraño. Me desubica.

Sin todavía ser consciente de lo que ahora siento que se me viene encima, mi respiración se apresura, entre otras cosas, por el temor que sentimos al verme indefensa. Esa indefensión se da en el momento en que adviertes que tu mano se cerró en un puño. Cual perdiz encandilada con blanca y potente luz en el corazón de la noche, mi capacidad de reacción queda en profundo letargo.


Una barrera personal que todos naturalmente levantamos, salvo excepciones que no vienen al caso, viene dado por la esencial necesidad de preservar nuestra vital integridad. Una integridad que nos permite, en origen, sobrevivir. La que sabe que no volvera a poner la mano allí donde se quemó.


Y resulta que aquello entró sin avisar, sin dar tiempo a calibrar. Salvando todo obstáculo. Desnudando sin miramientos un espacio de plena libertad en terreno esencialmente ajeno. Ahí, cualquier intervención sera origen de esencial cambio.


Paralizada ante la inesperada visita, los restos del muro, raudos como nunca, originan de inmediato la consciencia de mi situación. Me ubica en el terreno de esencial vulnerabilidad. Se genera así un profundo sentimiento de temor. Comprendo mi indefensión ante el hecho de verme resignada a aceptar lo que venga temerosa de ese desconocido.


Justo en ese momento es cuando escucho la música de una manera especial. Acepto su naturaleza de tal manera que empiezo a comprender el sentido de su violenta irrupción. Recurre al factor sorpresa para obecer, en el acto de mostrarse, lo que define su esencial naturaleza.
Podría describir lo que escucho como una envoltura de flujo cuya amplitud es óptima en todo ámbito. Es gorda, ancha, redonda. Es homogenea.

Lo bello define la esencia. La esencia es bella. Y observo mi llegada a tal conclusión cuando antaño contemplé algo bello que,a su vez,también comunica, la belleza de lo esencial. Diciendo lo bello en y desde lo bello todo se resuelve en lo que yo, personalmente, escucho en la generosa amplitud de robusta amplitud cuya redondez derrama el flujo, henchido, que me invita a completar el círculo resuelto en forma de concilidora conclusión. Yo también formo parte de él.

Arte.




Lamentablente, en no pocas ocasiones, ese estado de comunicación desaparece. Sin más. Curiosamente, de repente no escucho la música como antes. Ahora es fina, algo indefinida, no tanto en las notas, las cuales siguen sonando conjuntante.
Entonces no me agrada esa nueva y también soprendente ubicación, que parece haberme enajenado de esa esencia. No siento comunicación como natural comunión. Es entonces cuando, desde el recuerdo, aquel temor cobra sentido, y todo lo que resultó ser agraciada compensación de mi vivencia en el caso de lo que siento como una verdadera contemplación de lo bello.


A lo largo de un concierto, hoy en día, puedo afirmar con cierta seguridad que estos estados se alternan en mi estado personal. Valga decir que, aunque sólo fuera una vez que en ese concierto se diera ese precioso momento, ya tiene sentido, es proveocho, merece la pena haberlo presenciado.


Pero hay 3 factores que me llevan a responder a la pregunta que no puede ser obviada. Y menos por mí.

Me prergunto cual es la causa de no experimentar como algo permanente ese precioso estado en una comunicación esencialmente directa, presencial..dieu! en directo! ?

Y mis respuestas son las que, si tercia, llenaran de contenido mis posteriores publicaciones.

1) Yo he de aprender a hacerlo duradero...
2) Quiza en ese pasaje los intérpretes dejaron su inspiración..si no, porque ahora suena fina y sin el flujo que llega especialmente perfecta... s


marcho..sigo mañana..podria estar eternamnete esribiendo. Me gusta que así sea.


Saludos

algo que me abre dos posibles causas. Que






genera natural temor. En no pocas ocasiones, esa sensación, que veo como cumplido objetivo intencional del compositor, siento que, sin querer, llega a mis oídos de diferente modo a como llegaba hacía unos instantes.

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