Y, por fin, bajé los escalones y dí mis primeros pasos. Lo desconocido me envolvía con extraordinaria fuerza. En silencio, me dije: hay un campo gravitatorio distinto al de ciudad.
Anduve unos metros con la sensación de estar a un palmo de altura respecto al piso, caminando en suspensión, elevada. Mis pies se hundían en algodón, hasta pisar un fondo cuya firmeza ofrecía la consistencia suficiente como apoyo en mi siguiente zancada.
Es curioso que, al cabo de un nada despreciable espacio de tiempo transcurrido desde este acontecimiento, lo recuerde tan detalladamente.
Mis tuétanos dierón cuenta de ello.
Tan vívido recuerdo se me antoja como un sencillo y cercano ayer. Que sucedió ya hace más de dos meses.
Y duró unos segundos.
Perdurando hoy.
Advirtiendo un nuevo amanecer.
Anduve unos metros con la sensación de estar a un palmo de altura respecto al piso, caminando en suspensión, elevada. Mis pies se hundían en algodón, hasta pisar un fondo cuya firmeza ofrecía la consistencia suficiente como apoyo en mi siguiente zancada.
Es curioso que, al cabo de un nada despreciable espacio de tiempo transcurrido desde este acontecimiento, lo recuerde tan detalladamente.
Mis tuétanos dierón cuenta de ello.
Tan vívido recuerdo se me antoja como un sencillo y cercano ayer. Que sucedió ya hace más de dos meses.
Y duró unos segundos.
Perdurando hoy.
Advirtiendo un nuevo amanecer.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home