De Amor y Música

Mi vida contada desde al Amor y la Música, que son mi razón de existir

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Mayor, menor o mixto. Depende de vuestra elección. Todas mis publicaciones son fruto de la espontaneidad de mi pensamiento. No existen correcciones en ninguna de ellas. No busco justificar mis errores o aciertos, únicamente mostrarlos y compartirlos.

jueves, febrero 25, 2010

5 años

Y la espera llegó a su fin.

A día de hoy, y tras 25 días de convalecencia, vuelvo con una fresca sonrisa de ilusión.

Ahora empieza una nueva etapa en mi vida, un después que arrastro durante cinco largos años su antes.

Ya no tengo titanio en mi tobillo derecho. Ni placas ni tornillos a punto de traspasar mi piel ni pellizcándo mi carne.

Se acabaron las muecas inundadas de grima en mi rostro.

Por fin no sonaré en los detectores de metales, ni arrastraré mi silenciosa y continuada preocupación. Ahora mi dedicación a ese cuidado pasa a ser un espacio para menesteres infinitamente más provechosos, agradables y enriquecedores.

En fin. He vuelto a nacer.

Pero, como suele ocurrir, el hábito profundiza sus raíces en el tiempo. 5 años es un tiempo que, en este caso, es de cierta consideración.

Así, la liberación empieza por el trabajo de eliminar la inercia a la que se supedita mi comportamiento. La inercia modela nuestro comportamiento desde una raíz cuyo sustento temporal se asienta en la firmeza y seguridad de un profundo calado. Ésta se traduce en nuestro comportamiento como aquellos actos reflejos, inconscientes y circunstancialmente necesarios en la medida en que, así asimilados, nos permiten dirigir nuestra atención hacia otros menesteres. Su asiento en lo temporal muestra que su naturaleza es definitivamente circunstancial. Contrariamente a lo eterno y/o atemporal, tanto el hábito como sus derivaciones tienen fecha de caducidad. Aunque pueda parecernos todo lo contrario, basta con prestar atención a ciertos comportamientos tanto sociales como individuales, para comprobar que llenaríamos tantos cubos de basura como espacios de salubridad en el que albergar lo que, inconscientes unos, despreocupados otros, descuidan entre hedores que, injustamente, respiramos sin merecerlo.

Ahora me ha tocado el turno de lanzar lo que no necesito.

Mi labor comienza por la eliminación de los actos reflejos que he generado desde el hábito y que ahora siento como incrustaciones circunstancialmente innecesarias.
En la medida en que mi labor sea más o menos decidida en cuanto a firmeza y constancia, más profundo cavaré sobre la tierra aún repleta de cuanto ahora me resulta ajeno.


Un trabajo para purgar la tierra que albergará la semilla de mi liberación. Una liberación que, regada con las aguas de cristalina pureza de mi alma, profundice sus raíces en la



Libertad.

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