De Amor y Música

Mi vida contada desde al Amor y la Música, que son mi razón de existir

Mi foto
Nombre:

Mayor, menor o mixto. Depende de vuestra elección. Todas mis publicaciones son fruto de la espontaneidad de mi pensamiento. No existen correcciones en ninguna de ellas. No busco justificar mis errores o aciertos, únicamente mostrarlos y compartirlos.

sábado, octubre 31, 2009

Curioso suceso de sucesión

Fallece mi abuelo y, a consecuencia de ello, acontece un hecho que socialmente es poco habitual, dado el supuesto acontecer lógico y natural del ciclo vital. Con 33 años voy a firmar para aceptar herencia. A los 33 años recibo herencia.

A los 33 años, como a los 7, 10, 17 o 28, sigo comprobando, de facto, que albergar la convicción de que el ciclo vital no se agotará en novedoso acontecer hasta el mismo instante en el que se diluya para coverger en otra u otras manifestaciones esenciales.

Ese aire recogido fue único y diferente, como todos y cada de sus anteriores.

Veremos qué notícias generan, porque, sin duda alguna, seran cuantiosa y de variopinta naturaleza.

Quien se aburre es porque quiere.


Yo, ni quiero, ni me dejan. Afortunadamente.



No es una temeridad afirmar que la utopía, autocomplaciente, en su tendencia a buscar asiento en Olivella, se viera ante esa silla vacía, aceptando sacrificarse, desapareciendo, por una causa más que obviamente justificada.


Pero la incertidumbre en el presente sigue echando el pestillo del portón.
Las vetas relatan el arce que respiraba el puro aire y bebía de la oscura tierra. En señal de infito agradecimiento, advertía, henchido de júbilo, que su ofrenda satisfacía plenamente las expectativas de ambos.

Como sabio tañedor, timbra en límpida y cristalina pureza la voz que da vida a la infinitud de melodías que la fuente,siempre emergente, se abrira paso. El ró, ya en plácido descanso, ve como sus aguas se tiñen de verde. Describe vertrebadas melodías dando forma a las verdes hojas del arce.

Y el cúlmen llega en ese instante para cerrar el círculo.

Melodías de inspirado remor.


El remor del arce. Cuyas aguas hicieron germinar la semilla que, más tarde, daría forma a los agujeros, las cuerdas, las cajas de resonancia,los mástiles,teclas,pedales,plectros, baquetas y todo lo necesario para, inmediatamente, prestar atención a la batuta.

La orquesta ya esta situada.

ARMONÍA alza la batuta en señal de comienzo. Comienzo que no es más que otro movimiento de los infinitos que constituyen su eterna obra.









Ahora ese arce es un cuadrúpedo esqueleto de leves insinuaciones curvilíneas que visten de aparente inocencia a lo que no son más que evidentes incitaciones al desnudo. Tal andamiaje, coronado de bífida espina, demanda, una sabia labor de mimbre de firme y tullida plataforma horizontal.

Ante mí y, satisfaciendo su ofrenda como invitación a tomar su asiento, vuelve a ser feliz.

Armonía vuelve a alzar la batuta demandando mi atención. Presta, mi posición adquiere óptima corrección sin el más mínimo esfuerzo. En el atril, las hojas se alimentan, vertebradas, del agua que el arce, ahora convertido en silla, un día bebió y que ahora la tierra tiñe de intenso color negro. Así, la partitura, como ofrenda de agua y tierra, muestra la pauta que me sitúa en posición de infinito privilegio.

Y, henchida de júbilo y como muestra de mi infinito agradecimiento, resuelvo en confundirme con los gorgeos y trinos que un joven arce experimenta en su ramaje.

Armonía dirige la nueva comunión, la nueva orquesta. Yo taño el arce di mi flauta y asiento, mientras sigo, leo, la pauta de vertebrada hoja bañada en aguas teñidas con el color de inspirados cantos.

Comienza la congregación cuyos fieles asistentes jamás faltan. Una ausencia a tal evento significaría dejar de experimentar la felicidad al no participar en ella. Sería catastrófico...

La euforia en la nueva reunión vespertina que, paulatinamente, va congregando a más individuos deviene in crescendo cuyo volúmen alcanza, en su apogeo, una dimensión sorprendente extraordinaria que, poco después, da inicio a un también paulatino abandono del lugar. En la disgregación deviene el dimunuendo que nos retorne al silencio.

Separo la flauta de mis labios tras exhalar sus últimas notas.


Silencio.



Una suave brisa me invita a una feliz sonrisa, que se muestra con marcada evidencia en mi semblante.



Sentada en la silla, con la flauta resposando en mi regazo, observo como la brisa empuja con la insistencia de un niño, y hace bailar una de sus esquinas de manera graciosa, como si tuviera un tic nervioso.

Advierto que también sonríen junto a mí. Con la misma muestra de abierta evidencia que pocas veces se alcanza.


Experimento un nivel de plentiud aún mayor que en todos los que me acontecieron antaño en similares circunstancias. Entre fervorosos gorgeos en no pocos hervideros, rara vez acontece un clamor cuya espectacularidad determino como hitos de insuperable alcance.


Pero mi sonrisa describe un nuevo hito, que nunca podría imaginar alcanzar. Creía que el vaso ya estaba colmado y no había más cabida.


Ahora me doy cuenta de que lo que siento ahora es de mayor envergadura y, puedo comprobar, para mi sopresa, que tiene cabida!


Automáticamente, procedo a eliminar un lastre que se me presentó consciente en tal experiencia: No cierres ni acotes los límites del continente de tu alma. Mejor optimizarlo en cabida infinita. Si así no fuera, ya daré ceunta de ello.




Alzo mi mirada, buscando un encuentro visual con aquello que me proporciona la felicidad.


El joven arce, con blanca voz, entonaba su primer canto. Ese tierno e imberbe sonido.

Que nunca se olvida.

el joven arce entonaba, cantaba...

Su primer remor.




Feliz lo escuchaba. A medida que avanzaba en su graciosa construcción melódica, mayor felicidad sentía. Derramando su ofrenda en mí, sentía como si fuera un depósito que iba llenándose a la par que el alcance de mi experiencia me llevó a la euforia, para luego pasar a un estado semejante a estar anestesiado... y así, mientras el depósito seguía llenándose, pues al librarme del lastre que limitaba su capacidad, me liberé en él y a él. Todo era un flujo de bondad y goce a los que abrí todas mis puertas, dejándome llevar.


De repente, como algo familiar a la vez que algo inoportuno, advertí la entrada deuna sensación parecida a cuando olvidas en casa algo que tendrías que haber llevado contigo pero ya estas demasiado lejos para volver atrás. Parecida en todo menos en la parte negativa que pudiera interpretarse de esta al aplicarle ciertos ejemplos.

Era necesario deviar la mirada de quien deleitaba mis oídos. No podía obviarse, por muy reacia que me mostrara.


Busqué lo que me llamaba la atención con mi mirada, apartandola del joven arce. Posé mi mirada sobre aquello que después supe que sí era necesario.


El encuentro de nuestras miradas fue la causante de aquella sonrisa.





Con la batuta marcó las últimas notas de la cadencia.
Aquella sensación de olvido no era más que la rosca del tapón que, una vez acabado el movimiento, y ya dejando la batuta en el atril para próspera intervención, con el amor y la satisfacción de ver que era posible llenarlo, llenarme, me sumió en sentires de vago recuerdo a día de hoy.


Amaneció y mis ojos se abrieron. Estaba en mi habitación.

Como muchas otras veces, me entretuve en mirar el cuadro de uno de los retratos de Mozart que había en la pared de enfrente. Me gusta mirarlo desde la cama. Transmite paz y siempre descubro algún detalle nuevo que pasé inadvertido en las anteriores ocasiones.

De repente noté algo extraño en el cuadro. Fijé mi mirada en lo que llamó mi atención.

Fruncí el ceño. No daba crédito a lo que estaba viendo. Estaré soñando?... recurrí al célebre pellizco y advertí que su infalibilidad merece su fama.

No soñaba. Dí un salto y corrí hacia el cuadro. A una distancia de 30 centímetros no cabía duda de que mis ojos no me engañaban. Hice venir a mi madre para que me describiera lo que esta viendo. Veía lo mismo que yo.



No había lugar a dudas:

En este cuadro, Mozart posaba su mano izquierda en el teclado y describía un acorde de Sol Mayor. Por lo menos ayer.

Hoy posa su mano derecha y su mano posada, dos octavas más arriba, describe un Si bemol!!!!!



Se olvidó de volver a su postura original por alguna circunsatancia especial? Tiene, acaso, mi sensación de olvido de ayer de alguna cosa importante en casa alguna relación con esto?

Y por último y más importante....


Quién me condujo hasta mi cama, en la cual amanezco hoy sin saber como he llegado?


Y si le da por irse del cuadro tras un ataque agudo de aburrimiento? O, mismamente, le da por ir a comprar tabaco?









He vuelto a escuchar su joven voz. Me es familiar. Después de largas reflexiones, comprendí la algría que sentía al sentarme en la silla de arce y mimbre.

Esa misma tarde, decidí situarla junto al tronco del joven arce. Cuando el fervor de los gorgeos, los trinos de los pájaros y mi flauta se confunderon con el remor del joven arce que en su copa los acogía, ya con timbre juvenil que rebasa la adolescencia, comprobé lo certero de mis sospechas.



Ser hijo de una silla y un atril tampoco es tan grave.

Una mañana más. Una mañana en que la rutina diaria deviene ritual: el barman espera mi puntual llegada para prepararme el cortado y el diario con solo un "buenos días" y/o una conversación que solo refiere a la consumición si ésta, inusualmente, sufriera algún cambio.

Una mañana más. Una mañana en que la rutina diaria nacía con el recurrente encuentro de miradas entre él y yo para entender que hoy es como siempre.

Llegó un camión a la masía. Bajó el coordinador y me ofreció abrir el portón para que entrara, ya que venía cargado de material. Cuando leí la identidad en el lateral de la cabina y la caja del camión, supe que ese material llegaba desde Olot respondiendo al pedido efectuado.




El peso específico del cedro es de una intensidad bien considerable. Ver la serradura que saca corteza y corta en ancho y largo, sin más, en crudo... su olor y su color dejan huella. Es curioso que su olor, desde mi percepción olfativa, sea de un parecido excepcional al del beicon a la plancha!. Se intensifica al laborarlo. Más, de una manera excepcional, cuando se interviene en profundidad de serradura en corte vital y duradero. Cuando la sierra quema y humea en la madera, el beicon se tuesta...

El arce llegó junto al cedro... se repartía en 3 vigas de 3 metros de largo por 12 cms de ancho de plano y 6.5 cms de altura.


La sierra circular comenzó a girar. El cepillo a rodar. El torno a la espera de vestir con sutil delicadeza el sinuoso ornamento que desnuda...


Una mañana más. Una mañana diferente aconteció en la carpinteria.

La silla nació.

Desde entonces todas las mañanas son diferentes.


:-)

domingo, octubre 25, 2009

Cuando el sol cae

Siempre se lleva a alguien.


Mi amigo al cual fui a visitar a la sieera andaluza vino a verme a Barcelona. Citó al sol con las palabras que, poco después, acontecen esculpidas en la pesada e imponente losa como única, necesaria y óptima ubicación en mi alma.

Quiza surgió de manera inconsciente al referirse a ese todo vital. Pero, casualmente o no, dieron sentido a lo que, en no más de dos horas después, se manifestara en claro ejemplo vital de monumental verdad.


Cuando el sol cae, siempre se lleva a alguien.


Así fue. Esta misma tarde, al caer el sol, recibí una llamada:

El sol se llevó a mi abuelo.


Se quedó dormido... para siempre.

Descansa en paz.


Siempre te recordaré.

sábado, octubre 17, 2009

Ronda

No hay nada como salir de ronda después de un buen cava Brut Nature Gran Reserva regalado por el jefe, como reconocimiento a mi labor hasta entonces.

Nada más sano que dejarse llevar por la senda que sienta hendidura de suave y cóncavo accidente, cuya óptima disposición se me presenta como inequívoco y perfecto paraje donde, sin artificio alguno, efectivamente, colmo de cristalino caldo, vertebrando con vital flujo, alegre y copioso caudal, todo él mostrando

Orgullo.

Mi orgullo.


Recogiendo lo sembrado. Disfrutando de mí misma.


Hoy inauguran un local de ambiente en mi ciudad.
Qué bueno!

Voy a ver qué se cuece:-)


Me voy de ronda.

sábado, octubre 03, 2009

Y, por fin, bajé los escalones y dí mis primeros pasos. Lo desconocido me envolvía con extraordinaria fuerza. En silencio, me dije: hay un campo gravitatorio distinto al de ciudad.

Anduve unos metros con la sensación de estar a un palmo de altura respecto al piso, caminando en suspensión, elevada. Mis pies se hundían en algodón, hasta pisar un fondo cuya firmeza ofrecía la consistencia suficiente como apoyo en mi siguiente zancada.

Es curioso que, al cabo de un nada despreciable espacio de tiempo transcurrido desde este acontecimiento, lo recuerde tan detalladamente.

Mis tuétanos dierón cuenta de ello.

Tan vívido recuerdo se me antoja como un sencillo y cercano ayer. Que sucedió ya hace más de dos meses.

Y duró unos segundos.


Perdurando hoy.

Advirtiendo un nuevo amanecer.

jewelry box
Advert
jewelry box