Un asomo con subienda barandillera

Con este descaro aparezco yo por estos lares. Tras, sabe quién desde cuando, esta ausencia mía, sustentada por razones que bien pueden ser justificadas, o no, se me antoja excesivamente prolongada. Tal afirmación, en principio, se muestra en la inmediatez como algo tan sabido, tan claro, que lógicamente es innecesario decirla. Es una pérdida de tiempo dar a entender lo que ya parece que por dos veces se ha entendido, esto es, que entendido lo entendido, es absurdo volver a dar a entender aquello que se ha sobreentendido con anterioridad. El asombroso espacio de oportunidades que se me han brindado al vivir la experiencia que explicaré a continuación, ha resultado determinante al proporcionarme los elementos necesarios para llegar a la conclusión de que, desde el preciso instante en el que se origina la voluntad de obtenerlos, con cada nuevo paso que damos trazamos el camino que definirá nuestra vida, nuestro ser y estar en y desde nuestra existencia en y como el mundo que somos y nos rodea. Y nuestros pasos que iluminan el mundo se reflejan en él con tanta luz como la que ofrecemos. Esa luz es la que nos deja asombrados cuando descubrimos que todo cuanto dimos por sobreentendido, como sabido, convencidos de la pérdida de tiempo que supone someterlo a cualquier tipo de procedimiento que vulnere su incuestionable naturaleza: Tal vez quiso esa luz bañar a una de esas naturalezas. O fue quizá un descuido la que desvió su haz y bañara a una de esas naturalezas, pues no era su intención andar perdiendo el tiempo iluminando aquello que, siendo lo que ya es sabido, lo que ya resulta sobreentendido, lógicamente y por naturaleza, debía de irradiar su propia luz para obtener su pertinente respuesta (a cuyo análisis someteremos más adelante). Quiso esa intención o un error o una sencilla casualidad la que causara un asombro de proporciones colosales al comprobar que todo aquello necesitaba ser bañado por ella para poder mostrarse. Inerte. Obscuridad absoluta. Aquello que ya se sabe, se sobreentiende, se acepta sin más y, por tanto, no se cuestiona, es una esencia fosilizada, apagada. Como se acepta sin más, su esencia, su origen, su identidad, su naturaleza, su existencia, se define como un producto obtenido desde y por inercia. El sustento del cual se alimenta es la causa de la anemia que padece. Inerte producto de la inercia y movida por inercia, agoniza lentamente y sin capacidad de reacción. Su movimiento se define desde el movimiento que en los actos manifiestos generados desde sí mismas, las esencias, las naturalezas, flujo palpitante de un todo siendo en vida, iluminan con luz propia su existencia: incansables, eternas... dando forma a este mundo. Lo corrobora. Sin olvidar el tema de la íntima relación existente entre las esencias y con la intención de no desviar el tema hacia cuestiones que no responden al propuesto en este espacio, cabe destacar y tener en cuenta que en calidad de la naturaleza resultante de la interacción entre éstas, vendrá definida la forma de todo cuanto los posibles, infinitos, dejen de serlos en el preciso instante en el que su primer paso describirá el camino de la realidad. Infinitas posibilidades, infinitas realidades. Sin duda alguna este asunto da para infinitas posibilidades de adentrarse en él pero, como antes dije, no es tema que proceda en este momento, con lo cual, resumo en una sola frase, invitando a la reflexión, lo que pretendo que se tenga en cuenta. Posibilidad es realidad y realidad es posibilidad. La inercia es un posible no realizado desde sí mismo, sino desde otro. La posibilidad llevada hacia la realidad es lo que proporciona la identidad de las cosas, las esencias. Un flujo de infinitos posibles contínuamente realizándose es lo que muestra el movimiento y lo que permite que yo pueda afirmar que mi nombre es Carolina porque soy Carolina. Algún dia explicare mi experiencia? Allá voy, al fin. Mejor os la explico en el próximo post... y así de abierta la... posibilidad. :-)